El callejón del duende
Nos situamos en el barrio del Pópulo. En este caso nos encontramos en las cercanías de la catedral de la ciudad, más concretamente en el “Callejón del duende”. Este pequeño callejón es conocido por su magia. Y realmente, no es casual que se llame así. Son muchas las historias sobre magia, fantasmas y piratas que de él se cuentan. Incluso se atribuye su nombre a un antiguo pirata al que llamaban “Duende” y del que se dice que practicaba contrabando, siendo este callejón donde llevaba a cabo sus “trapicheos”. Otras historias cuentan que en esta estrecha calle vivía un pequeño duende que provocaba desgracias en el barrio y que por eso se le encerró tras la verja que ahora da entrada al callejón.
Sin embargo, una de las historia más difundidas no tiene nada que ver con el pirata y hay dos versiones. En ésta primera leyenda que circula por la ciudad sobre el callejón, nos encontramos a un capitán francés que llegó en época napoleónica. Una vez aquí conoció a una bella gaditana de la que quedó prendado. Ella se enamoró de él, a pesar de tener ya un novio. Por ello, éstos amantes se encontraban a escondidas al anochecer en el callejón del duende para dar rienda suelta a su amor. Desgraciadamente, una noche fueron descubiertos por los vecinos, por lo que fueron capturados y sentenciados a muerte.
La segunda leyenda nos cuenta que, efectivamente, había dos amantes pero que su amor era prohibido porque él era un muchacho humilde y ella una muchacha de buena cuna. Se encontraba en este callejón también, sin embargo, en su caso el duendecillo fue el que les descubrió llamando la atención del padre de la muchacha cuando pasaba junto al callejón. Tras ser descubiertos, el padre mandó a su hija a un convento y él fue desterrado.
Fuera como fuere, he aquí el misterio que suscita este pequeño y estrecho callejón. Son muchos los vecinos que aseguran haber visto el fantasma de estos amantes, que incluso después de tantos años, al caer la noche aún se encuentran en el callejón para seguir mostrándose su amor.
La casa de los espejos
Cuentan algunos gaditanos, cuándo se encontraba la casa abandonada, de haber oído en esta casa los llantos de una niña. Cuenta la historia que un almirante traía a su hija un espejo con cada viaje que hacía, nunca olvidaba traerle el regalo a la niña, por la cual sentía verdadero amor paterno. Una vez que creció, la niña se convirtió en una hermosa joven, provocando que su padre presumiera de ella ante sus amigos y provocando también los celos de su madre, pues su marido la ignoraba y centraba toda su atención en la hija.
Aún después de tantos años, el padre seguía cumpliendo su promesa, hasta dejar su hogar totalmente repleto de espejos. Irritada su mujer, pues había sido consumida por los celos, tomó un frasco de veneno e hizo que su hija lo tomara, la asesinó. La pena consumió al padre, que creyó que su hermosa hija murió a causa de una terrible enfermedad, más un día, su hija se reveló en el reflejo de uno de sus espejos. La niña reveló todo lo ocurrido, apuntando a su madre con un dedo acusador.
Colérico, el marido hizo que su esposa confesara. Murió en la cárcel, condenada a cadena perpetua. En cuanto al almirante, se marchó lejos, lo más lejos que pudo de tanta tragedia, abandonando la casa para siempre. Aún hoy reformada, hay quienes oyen los gritos de la niña, y el llanto del almirante.